La Señora de Nueva York | Testimonios de Neville Goddard y la Ley de la Asunción

Cuando ores, entra y cierra la puerta de los sentidos, niega todo lo que parece tan obvio. Y vuestro Padre que está dentro os recompensará en público. Pero comunícate contigo mismo porque tú y el Padre sois uno.

Neville Goddard, God and I are one (1972)

Aquí en la ciudad de Nueva York hace muchos años, estaba una señora, una señora de considerables recursos, que dejó su casa en la ciudad de Nueva York y se fue a París con sus dos hijos, dejando su casa a cargo de una empleada. Antes de regresar, la empleada tomó todos sus muebles y se los llevó. Cuando regresó, el apartamento estaba vacío, el alquiler se pagaba todos los meses, pero no habían muebles ni nada en él.

La señora contrató una agencia privada, le dijo al departamento de policía, a todas las autoridades de la ciudad de Nueva York y además a su agencia privada. Al cabo de unos meses, no encontraron nada relacionado con las pertenencias robadas.

La señora vino a verme, le dije, está bien, tú estás sentada ahí y yo estoy sentado aquí en mi apartamento. Ahora, tú no estás sentada aquí. Ahora estás sentada, cierra los ojos, estás sentada en tu propio apartamento. Y tenías un gran piano de cola. Ella dijo que no, que tenía un piano, pero no era un gran piano de cola. Era muy bueno, pero no era un piano de concierto. Y en él tenía las fotos de sus dos hijos. Y tenía cuadros en la pared. Ella me describió cuáles eran. Y los muebles. Le dije, está bien, vuelve a amoblar ese lugar como lo dejaste, tienes un recuerdo. Ella lo hizo. Ahora cuando deje de hablar es porque me has reamoblado ese lugar.

Ahora vas a entrar y no vas a ver tu departamento desde mi departamento, estás en tu departamento, y puedes sentir tu silla y levantarte de tu silla y sentir el piano, y ver a los niños, los fotos de los niños. Y eso es lo que vas a hacer. Ella estuvo de acuerdo en que lo haría. Y luego simplemente rompimos el hechizo. ¿Qué hizo falta? Dos minutos, tres minutos…

Esa semana, la señora fue a su banco en Madison Avenue. Al salir del banco, tenía antecedentes de su frágil estado mental, donde estuvo encerrada por un tiempo porque necesitaba tratamiento psiquiátrico. Y los barrotes de esta ventana le recordaron su historia pasada y la desconcertaron por un momento. Entonces, debido a esa confusión momentánea, llegó a Madison Avenue y giró hacia el sur en lugar de girar hacia el norte como debería haberlo hecho. Cuando descubrió su error, estaba al final del bloque. Cuando llegó allí y descubrió su error, miró hacia abajo y dos tobillos muy familiares estaban justo frente a ella. Se acercó a la cara, esa era su empleada y la empleada empezó a gritar. Se acercó a la empleada y la agarró antes de que cambiara el semáforo, paró el taxi que venía en sentido contrario, dijo, me llevas ahora mismo, y la empleada que podría haberla lastimado, porque era muchos más grande y fuerte, estaba tan reducida a la impotencia debido a haberse visto descubierta.

Al final la empleada la llevó al lugar donde había guardado aquellos muebles. La señora le dijo que no presentaría una demanda contra ella. Sólo quería sus muebles. La empleada los devolvió a su apartamento en una semana. Un aparente error fue la forma en que el Padre la guió.

Lo único que pido es llegar hasta el final. Si voy hasta el final y doy gracias hasta el final y por el final, está hecho. Ahora, que quien está en lo más profundo de mi ser idee los mejores medios para llevarme a ese fin. El final es donde empiezo. El final es mi comienzo. Y esa es una historia que conozco por experiencia personal.

Así que no intentes idear los medios y decirle a quien pides que ore por ti cómo se debe hacer. Perderá todo interés, se dará la espalda y dirá: vete a otra parte. No vas al consultorio de un médico y le dices lo que debe hacer. Si vas con él porque confías en él, entonces o confías en él y continúas o lo abandonas. Bueno, si acudes a alguien en quien realmente crees que sabe orar, no le digas cómo hacerlo y qué medios se deben emplear para hacerlo. Él llegará hasta el final si sabe orar. El final es donde empezamos. En mi fin está mi comienzo. Y siempre estamos por delante de nuestra evidencia. Así que llego hasta el final, veo todo hecho y luego lo dejo y dejo que suceda en mi mundo.

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